martes, 25 de agosto de 2015

James, si puedes tú con Dios hablar

Perfidia, James Ellroy

¿Por qué flota en el aire esa sensación de retorno, de que Ellroy “ha vuelto” con una nueva novela? ¿Acaso se había ido? No, de ninguna manera. ¿Alguien espera su retiro? Tal vez. A lo mejor lo que pasa es que cuesta creer que alguien con semejante obra sea capaz de seguir adelante con más historias que estén a la altura. De ahí que, cuando lo hace, los críticos dicen que “lo ha vuelto a hacer”. El interminable James lo había anunciado hace unos años: después de la Trilogía Americana, que cerró con Sangre vagabunda, se venía un nuevo Cuarteto de Los Ángeles. Uno cronológicamente anterior a aquel que lo hizo famoso. ¿Alguien le creyó? Sospecho que pocos. Sin embargo, aquí está. Una vez más, para dejarnos a sus seguidores con la cabeza dada vuelta. Nótese que elijo “sus seguidores” frente a “lectores/amantes del género”, porque, claro, ambos grupos se van desplazando y, forzosamente, van dejando de coincidir.

Estamos en el día previo al ataque japonés a Pearl Harbor. En Los Ángeles, puerta yanqui al Pacífico, todo el mundo sabe que la entrada a la guerra es un hecho. Los filonazis acusan al presidente Franklin “Doblez” Rosenfeld de poner a América al servicio de los judíos. La enorme comunidad japonesa comienza a ser señalada, insultada. Uno de sus integrantes, el brillante forense Hideo Ashida, sufre ese acoso mientras trabaja en una crime scene, en la farmacia Whalen. Será uno de los cuatro personajes principales que nos acompañarán en estas casi 800 páginas de una historia que se acelera esa misma noche del 6 de diciembre cuando los cuerpos de la familia Watanabe aparecen ritualmente muertos en su casa.

Hablar de la trama de Perfidia sería arduo. Una trama a lo Ellroy, con infinitas ramificaciones, multitudes de personajes y los temas de siempre en ese Los Ángeles dislocado que él concibió para sus lectores: la corrupción de todos, la violencia desenfrenada, actrices y actores, cirugías y chantajes, drogas, eugenesia, judíos, nazis y judíos filonazis, las tierras y los negocios inmobiliarios, paranoia antirroja y derechos civiles, pornografía, prensa amarilla, mexicanos ilegales. Claro que en Perfidia, la guerra es el protagonista adicional: los apagones antiaéreos son la expresión física del oscurecimiento moral que cubre la ciudad, invitando a sus habitantes, lejos de todo sentimiento patriótico, a aprovechar el momento para hacer los mejores negocios y las peores maldades.

Cuatro personajes principales son los que mueven la historia. A todos, en mayor o menor medida, los conocemos de libros previos de Ellroy. Por orden de aparición:

El forense Hideo Ashida es joven, brillante y homosexual. Tiene una fijación con Bucky Bleichert, viejo compañero de secundario y actual boxeador estrella del LAPD. Hideo, en su afán desesperado por proteger a su familia de las redadas antijapo, trabajará alternadamente —y no del todo legalmente­— para Smith y Parker, los dos grandes adversarios, agujeros negros que impulsan este universo de velocidad enloquecida.

Al sargento Dudley Smith lo conocimos en las novelas del Cuarteto de Los Ángeles. Y desde la peli L. A. Confidential, de Curtis Hanson, es imposible despegarlo de la cara de James Cromwell. El Dudster es un personaje complejo y fascinante. Irlandés, católico, padre de familias (tiene un par) y mujeriego (se la tira a Bette Davis), con un cerebro privilegiado para los negocios sucios, olfato hiperdesarrollado para la corrupción, propia y ajena, y cierta debilidad por las drogas duras, Dudley es “el” malvado. Un monstruo que se expresa a través de la violencia más extrema y del habla más barroca.

En Perfidia, el adversario de Dudley Smith es el capitán William Parker. También irlandés católico, se cruza con él en misa y en el despacho del arzobispo, cuando los tres se juntan a tomar whisky. Parker aspira a ser el jefe del departamento. Hundido en su alcoholismo, vive obsesionado con una esquiva pelirroja a la que no conoce (fetiche ellroyano si los hay, las pelirrojas). Se embarca en una cruzada anticomunista, infiltrando en los grupos rojos a la bella Kay Lake, la cuarta pieza en este cuarteto.

La joven Kay Lake es la novia del policía Lee Blanchard, matón al servicio de Dudley. A lo largo de la historia tendrá un par de amantes —otros matones, otros policías—, y algunos más-que-coqueteos con el propio Ashida y con Parker. Kay narra en primera persona su parte de la historia, pues la conocemos a través de su diario íntimo (decisión estructural que es la única que podría cuestionársele al autor, por el lenguaje y la voz que le inventa a Kay).

Alrededor de estos cuatro fantásticos hay una multitud de secundarios y no tanto. Sin entrar en enumeraciones tediosas, hay que mencionarlo por el asombroso trabajo que significa enhebrar de manera coherente a esas decenas de personajes —reales y ficticios— que aparecen en los más de 30 años de historia de Los Ángeles que Ellroy está embarcado en narrar: desde el primer Cuarteto hasta el final de la Trilogía, ya entrados en los setenta. Al final del libro hay una lista de casi cuatro páginas, a la que viene bien recurrir durante la lectura.

En Perfidia, Ellroy sigue haciendo gala de su estilo único. Esa tableteo verbal hecho de repeticiones y aliteraciones (que uno imagina capaces de arrastrar a la locura a cualquier traductor) con la que regula el aire del texto y maneja a su antojo la velocidad de la cabeza lectora. Nunca con el impacto indeleble que quedó en el lector después de cruzar aquella frontera que fue Jazz blanco, pero todavía con la misma potencia. ¿Que resulta por momentos pretencioso y exhibicionista? Sí, claro. Es Ellroy: ¿quién espera menos?

Perfidia es una historia negrísima, y es también una novela histórica y un drama de amor. Una bestialidad digna de un gigante como Ellroy. Se dice que tal vez no sea la mejor puerta para entrar al club, si sos un lector principiante de su obra. Es cierto. Tal vez el primer Cuarteto de L.A. sea más accesible que una novela con esta ambición. Pero si ya estás, como muchos, inoculado con la rabia del Perro Infernal, no vas a poder dejar pasar Perfidia. De la misma manera que, estoy seguro, y sin importar lo que diga nadie, ya nunca vas a dejar pasar nada de lo que venga después en este nuevo Cuarteto.

Traducción: Carlos Milla Soler


07/15

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