He empezado este diario movida por un
impulso. Una escena extraordinaria se desarrolló cuando yo estaba sentada en la
terraza de mi habitación independiente. Dibujaba la vista del lado sur y oí
abajo, en el Strip, un retumbo de motores. Inmediatamente me levanté y anoté la
fecha y la hora exacta. Presentí lo que ese retumbo presagiaba, y no me
equivoqué.
Una fila de vehículos blindados
avanzaba estruendosamente hacia el oeste por Sunset, objeto de una
enfervorizada atención y acompañada de aplausos. Esa legión tardó diez minutos
largos en pasar. El ruido era atronador, los vítores más aún. La gente paraba el
coche para salir y saludar a los jóvenes soldados. Eso desbarajustaba la
circulación, pero a nadie parecía importarle. Los soldados estaban encantados
con semejante demostración de respeto y afecto. Agitaban las manos y lanzaban
besos; cinco o seis camareras del Dave’s Blue Room salieron corriendo y les
entregaron cajas de bebidas alcohólicas. Alguien exclamó: «¡Estados Unidos!».
Fue entonces cuando lo supe.
Se avecina la guerra. Voy a alistarme.
Siempre hago lo que digo que voy a
hacer. Expreso formalmente mi intención y actúo a partir de ese punto. Voy a
escribir en el diario todos los días hasta que el actual conflicto mundial
concluya o el mundo vuele en pedazos. Abandonaré mi cómoda existencia y
solicitaré destinos oficiales cerca del frente. Ahora llevo una vida de
diletante. Mi compulsiva dedicación artística al dibujo es el intento de
capturar realidades confusas de una colegiala. Mis estudios de piano y mi
creciente destreza con los nocturnos más sencillos de Chopin son para mí un
impedimento en la búsqueda de una verdadera causa. Esta encantadora casa no
mitiga en modo alguno mi desazón psíquica; la indulgencia de Lee Blanchard más
que nada me desconcierta. Este diario es una invectiva contra la pasividad y el
desasosiego.
Siempre me he sentido superior a mi
entorno. Esta casa es una clara prueba de ello. Yo elegí todas las
reproducciones de expresionistas alemanes y todos los muebles de madera clara.
Soy una pueblerina de Sioux Falls, Dakota del Sur… y una arribista de gran
talento.
(James Ellroy, Perfidia, Barcelona, Penguin Random
House, 2015)
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