viernes, 13 de febrero de 2015

Estilizado

—¿Qué era eso, un reflejo o una mujer? —me llegó el graznido del chico.
Era una mujer. Gitana. Lo deduje por la bolsa, llamativa, anticuada; por la falda holgada, hasta los tobillos, con volantes, de un tono verde lima pero con grandes flores pastel; por el pelo negro azabache, estirado recogido en la nuca para caer sobre la espalda; y por los grandes incensarios dorados balanceándose de sus orejas. Logré vislumbrar su tez morena, sus rasgos afilados, aunque me resulta difícil definirlo con precisión en aquella visión fugaz. Un niqui malva se pegaba a su piel.
Una mujer increíblemente atractiva. Fue su cuerpo lo que me golpeó con fuerza.
“Estilizado”. Estilizado fue la primera palabra que me vino a la mente, no conozco otra que exprese algo similar, y no me refiero a un término artístico, de dibujante cuya primera copa del día es un vaso de leche desnatada, tampoco a esa estilización quebradiza de tipo chino o japonés, sino a algo más intenso. Me vino a la mente la palabra “juncal”, algo relacionado con la naturaleza, con espacios abiertos y con frescor, un cuerpo esbelto y vigoroso, de movimientos elásticos y precisos.

(Julián Ibáñez, Entre trago y trago, Barcelona, Alrevés, 2010, pág 6)


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