Fría venganza,
Craig Johnson
Durant es un pueblito del condado de
Absaroka, en el estado de Wyoming, ese rectángulo en el corazón del Oeste. Allí
trabaja como sheriff Walter Longmire.
Un tipo grandote, que pasó los 115 kilos y los 50 años, que se quedó viudo hace
cuatro y que todavía intenta levantar cabeza luego de aquello. Narrador de Fría venganza, la primera de las diez
novelas que protagoniza, el bueno de Walt es aquí todo: un personaje entrañable, de esos que quedan en la memoria del
lector.
Fría
venganza comienza cuando un pueblerino dice haber
encontrado un cadáver en la montaña. Como el tipo es famoso por su afición al
alcohol, todos apuestan a que el hallazgo no será más que otra oveja. Pero no: es el joven
Cody Pritchard, agujereado por la bala de un fusil. Que Cody sea uno de los
muchachos juzgados —y absueltos— hace
unos años por la violación de una chica cheyene con deficiencia mental, y que
su cuerpo aparezca adornado con el elocuente mensaje indio de una pluma de
águila lanza a rodar este atrapante y muy bien escrito whodunit.
Walt Longmire tiene poco que ver con el
estereotipo del rústico sheriff. Universitario
y políticamente correcto —visita los tópicos de las cuestiones de género, las culturas
aborígenes, las armas—, mantiene la simpleza del hombre de la montaña y un férreo
sentido del honor. No trabaja solo, sino con la ayuda de todo un equipo: Vic,
la joven y atrevida oficial de ciudad que terminó trabajando en el campo;
Lucian, su mentor y predecesor en el cargo, ya retirado; y, muy especialmente, el
cheyene Henry Oso en Pie. Amigo de la infancia del actual sheriff, la vida los volvió a
cruzar en Vietnam, donde Walt era Policía Militar y Henry formaba parte de una
tropa de élite asesina. El indio dice que allí tomó conciencia “del objetivo y
la auténtica dimensión del poder del hombre blanco, así como su capacidad para
matar el mayor número de personas de la forma más eficiente posible”. A su
regreso organizó grupos activistas por los derechos de los nativos, y ahora, años más tarde, se
ocupa de llevar un bar, el Poni Rojo. Henry es el mejor secundario que tiene esta
historia y, muy lejos de la figura del simple “ladero”, es el aliado ideal de
Walt. Quien, sin embargo, no pierde de vista un hecho: Henry sigue siendo un miembro orgulloso de la etnia de la chica violada. Como tal ni
siquiera él está libre de sospecha: es otro de los que podrían querer muerto
al joven Cody y a sus cómplices.
En Fría
venganza el misterio, en la mejor tradición, se resuelve en las últimas
páginas. Mientras tanto, uno recorre esta novela negra con aroma a western que habla de la amistad, de las
tradiciones antiguas, de la historia y la relación entre el hombre blanco y los
pueblos que ha diezmado. Y también de la soledad de la que Walt no logra escapar (hay una escena al final del libro, que no puedo revelar, pero que es
antológica por lo emocionante y dolorosa).
La edición de Siruela es elegante y
prolja. De las mejores.
Traducción: María Porras Sánchez
8/14
Seguí pinchando: por similitudes en la prosa, en el escenario, en
la hondura de sus personajes, se me ocurre sugerirte que sigas pinchando por
James Lee Burke. Cualquier de sus obras, pero esta de acá es las que es más “del
Oeste”.
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