martes, 16 de diciembre de 2014

Del Mal: fronteras e instrumentos

Crónicas del mal, Alberto Ramponelli

De vez en cuando me pregunto cómo es el proceso de construcción de un lector. Lo hago, lógicamente, mirando mi propia experiencia. Desde luego, no llego a ninguna conclusión que valga la pena. De forma recurrente, es un camino que me lleva a mis lecturas de infancia. A una parte de ellas. Recuerdo que cada noche, a eso de las nueve, se escuchaba un golpe sordo contra la puerta de casa: era “la sexta” de “La Razón”. El diariero la arrojaba, en una especie de rollo compacto que armaba sin detener su bicicleta —una técnica ya definitivamente perdida—, y yo sabía que, en algún momento de esa noche, iría a zambullirme en la sección de policiales. De aquella época conservo especial afecto por las palabras “occiso” y “macabro”.

La introducción viene a cuento porque la lectura de estas Crónicas del mal, de Alberto Ramponelli, me han acercado, en varios sentidos, a aquellas lecturas.

Antes que nada, conviene decir que Crónicas del mal es un libro de relatos. Cruza entre cuento y crónicas, estas diez recreaciones ficcionales de sucesos reales acontecidos entre 1914 y 1955 sirven al autor para indagar sobre la naturaleza del Mal. O sobre la naturaleza humana. O sobre las dos cosas, si es que se las puede separar. Es decir, sobre el objeto de reflexión que atraviesa toda literatura negra.

Con un lenguaje que es tan deudor de aquellos trasnochados cronistas —amarillentos reyes del potencial— como de estilistas de la talla de sus admirados Saer y Denevi, Ramponelli construye con gran eficacia una voz, una geografía, un territorio temporal que impactará en el lector. La mayoría de estas Crónicas transcurren en Buenos Aires, metrópoli que recibía por entonces tanto a inmigrantes europeos como del interior. Sus viejas casonas, sus bares grises, los rígidos cánones morales que condenaban las preferencias sexuales “desviadas” pero admitían sin escándalo los castigos carcelarios más brutales, son el terreno en donde estos personajes se convertirán en vehículos del Mal. Individuos que disponen de libre albedrío en un momento y, al siguiente, son meras marionetas de las que se apodera un impulso maligno, la narración aséptica de sus crímenes dejan en el lector una fría inquietud, la semilla de la reflexión planeada por Ramponelli: ¿qué es el Mal? ¿Dónde está? ¿Adentro, afuera?

Los méritos de Ramponelli, un autor siempre ligado a lo fantástico y a lo siniestro, que lleva editados ocho libros, son varios. El más evidente es su prosa pulida, de frases largas pero siempre precisas, exactas. Otro consiste en saber plantar en el lector ese desasosiego mencionado antes, a través de historias sólidas, que caminan a paso firme, sin estrépito ni frenesí, pero en las que la tensión crece de manera lenta e irreversible. En este sentido, Ramponelli lleva la crónica al estatus de cuento, explorando con su oficio más allá de esa frontera —las mentes, los corazones— que aquella, por limitaciones lógicas, no puede atravesar.

Crónicas del mal es un gran rescate que le debemos a la querida Editorial Muerde Muertos.

8/14


Seguí pinchando: No hay en el blog muchos comentarios de relatos cortos, pero recordé uno, publicado hace muuucho tiempo, que te puede interesar si te interesó esta obra: lo podés leer acá.

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