—Tal vez no cuenten los fajos. Tienes
billetes de cincuenta y de cien mezclados, cinco mil por paquete, la mitad de
eso en un fajo de billetes de cincuenta, ¿de cuántos fajos estamos hablando, si
llegamos a medio millón? De cien, si son todos billetes de cien, así que
digamos ciento veinte, ciento treinta, algo así.
—Suena bien.
—No sé. ¿Tú lo contarías? Se cuenta en
un negocio de droga, pero tienes tiempo, te sientas tranquilo, cuentas el
dinero e inspeccionas la mercadería. Es una historia diferente. Aun así, ¿sabes
cómo cuentan los grandes traficantes, los tipos que ganan más de un millón en
cada transacción?
—Sé que los bancos tienen máquinas que
pueden contar un fajo de billetes tan rápido como uno puede peinarlos.
—A veces usan ésas —dijo—, pero la
mayor parte de las veces es al peso. Sabes cuánto pesa el dinero, así que sólo lo
cargas en la balanza.
(Lawrence Block,
Paseo entre las tumbas, Buenos Aires,
Emecé, 1994, pág 256)
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