sábado, 25 de enero de 2014

Pibes quebrados

No era muy tarde, pero tampoco había mucha gente en la calle. Una patota de unos siete u ocho adolescentes nos miró al pasar. Estaban vestidos como una imitación de sus compañeros de las películas yanquis, pero con ropa barata de fabricación nacional. No se animaban a llevar el pelo largo porque la policía los arrestaba y se los cortaba al rape. La mayoría de ellos eran informantes de los patrulleros: “¿Quién es ese que se mudó? ¿No vieron gente de afuera? ¿No saben cómo se llama el de la casa esa?”. No eran pibes peligrosos.
No tenían nada qué hacer y no sabían hacer nada. Le decían obscenidades a las muchachas que pasaban, a veces le pegaban una paliza un muchacho de otro barrio, hablaban de autos de fórmula uno y de mujeres que nunca habían tenido. A veces se agarraban a puñetazos con muchachos de otras bandas, pero sin arma blanca y mucho menos de fuego. Ya estaban quebrados.

(Juan Damonte, Chau, papá, Buenos Aires, Punto de encuentro, 2013, pág. 178)


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