lunes, 14 de octubre de 2013

Bien abajo, allá en Missouri

Los huesos del invierno, Daniel Woodrell

Una chica de dieciséis años corta leños con un hacha. Es “fina de talle pero fuerte de brazos, un cuerpo a medida para saltar sobre la necesidad”. Corta la leña, de cara al viento, y se pregunta qué va a cocinar hoy para sus hermanitos y su mamá, postrada y lejos del mundo. El cielo es gris en Rathlin Valley. Habrá que secar la ropa adentro, una soga en la cocina. Y volver al hacha para hacer más leña, calentar la cabaña, inventar la comida.

La chica se llama Ree Dolly, y una mañana recibe a la policía. Su padre, Jessup, cocinero de metanfetamina, libre bajo fianza, no se ha presentado a una citación judicial. La fianza la había obtenido poniendo como aval su casa (bueno, también hubo un desconocido que tiró una bolsa de billetes arrugados sobre la mesa, más interesado en la libertad de Jessup que el propio Jessup). Lo cierto es que la casa se perderá si su padre no comparece ante el juez. Hay que encontrarlo o probar que está muerto. De lo contrario, hermanitos y mamá postrada terminarán en la calle. O en el bosque. Y hace mucho frío en el bosque, la chica lo sabe.

La chica se llama Ree Dolly. Y, si te animás a leer esta novela, ella irá a acomodarse entre tus cuatro o cinco heroínas de ficción inolvidables. Y lo hará con el ceño fruncido y a los codazos, que por algo es una Dolly de los Ozarks. Porque el corazón de esta impresionante historia no es la búsqueda de Jessup: el corazón de esta historia es Ree buscando a Jessup, su padre. O mejor: Ree buscando a Jessup, recorriendo los Ozarks en invierno, preguntando a los Dolly, y a los Milton y a toda esa gente muy áspera y violenta las preguntas que nadie, nunca, se ha atrevido a hacerles. Ree poniendo el cuerpo para salvar a sus hermanos y a su madre loca. Ree enfrentando a su propia sangre, con su propia sangre.

Un poco porque fue llevada al cine en una excelente película, y otro poco porque hay decenas de reseñas en la red, sólo trataré de señalar algunos de los motivos por los que sí o sí deberías leer esta novela formidable.

El primero es la protagonista. Ree Dolly. Una chica con huevos de verdad. Ree tarda poco en darse cuenta de que la búsqueda de Jessup es a matar o morir. A encontrarlo y salvar la casa (y hermanos y madre) o morir en el intento. Es una chica que muestra los dientes. A la policía y al tipo de la fianza, pero sobre todo a sus familiares. Sabe que cada vez que sale de su casa puede que no vuelva. Pero no se sienta a llorar desesperada: lo que hace es enseñarles a sus hermanos a cocinar. Y a disparar. Ree es dura, valiente, tenaz. Se la banca. Y también es tierna y cariñosa, femenina y madraza. Y todavía es una adolescente que tiene charlas de adolescente con su amiga Gail.

Ree sabe que viene de los Dolly. Es muy consciente de su identidad, aunque no siempre sea motivo de orgullo. Como todo clan, el Dolly tiene códigos férreos, y cruje por sus tensiones internas: ¿condenar a la chica por los pecados de su padre, o salvarla, por ser una Dolly de máxima pureza? Casta de hillbillies, de profundos white trash, que lleva generaciones cruzando de un lado al otro de la ley, ayer con el licor ilegal y hoy con la meta que trafican pero también consumen, los Dolly son los habitantes de un ambiente postergado, la región de los Ozarks, al sur de Missouri. En la descripción terrible de gente y geografía está el segundo motivo para leer este libro. No interesa tanto el “testimonio” tipo “lado-oculto-del-american-dream-bla-bla-bla”, sino la maestría de Woodrell para enseñar, sin mostrarla, la violencia latente que anida en la miseria. La carne de un venado pudriéndose al viento, un arma en la mesada de la cocina, una bolsa de meta en la guantera, el frío y la nieve.

Si bien hay momentos de brutalidad real, es la sensación de violencia contenida, iceberg del que sólo vemos la punta, la que arrastra la lectura a lo largo de una trama clásica del policial negro: la búsqueda de persona. Ree pregunta, la rechazan, la golpean, corre peligro, pero obtiene la información que la lleva a una segunda pista, donde pregunta, la rechazan, la golpean… como hiciera Marlowe tantas veces. Pero con una urgencia trágica que nunca tuvo el personaje de Chandler. Es una trama en la que no hay un reguero de cadáveres ni asesinatos que resolver. Es Ree que, en un ambiente de tipos “eléctricos de meta” y siempre con un hacha a mano, va y va. Una y otra vez sin que “pase nada”.

¿Qué es, entonces, lo que encandila al lector, si “no pasa nada”, si a ninguno de esos locos de nombres extraños se le termina de salir la cadena, si nadie empieza a los escopetazos? ¿Es el estilo de Woodrell, crudo y seco, descriptivo y  poético, según mande el contexto? ¿Es el magnetismo de una escenografía miserable enquistada en las entrañas del imperio? ¿Una forma de vida sucia y desprolija y —hay que decirlo— más verosímil que los impolutos laboratorios de Breaking Bad? ¿Es el desprecio mutuo entre hombres y sistema? ¿Es Ree, la chica que te va a hacer llorar? ¿Es el personaje de su tío Lágrimas, el de Puños Milton? ¿El misterioso destino de Jessup?

¿Qué es lo que atrapa? Desde luego, como en todo buen libro que funciona, es todo eso junto: una mezcla que explota y conmueve. Leela, haceme caso.

Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera


8/13

2 comentarios:

  1. Apuntado, no. Apuntadísimo.
    Brillante reseña que dan ganas de salir corriendo a por el libro ya mismo. Me ha encantado el personaje de Ree, me suelen atraer los personajes fuertes femeninos.
    Gracias

    ResponderEliminar
  2. Gracias por la visita, Sin Prisa.
    Me alegro de que te haya gustado la reseña, pero créeme, lo importante es que no te pierdas esta novela. La película está muy bien también, pero por favor... ¡la novela! No la dejes pasar.
    Gran abrazo,
    A

    ResponderEliminar