domingo, 15 de septiembre de 2013

Mañana

Me pica y me rasco. Gari-gari. Otra noche sin dormir. No he pegado ojo. Los ojos fatigados y doloridos. El sol de primera hora de la mañana ya entra por la ventana, iluminando el polvo y las manchas de la habitación de ella, el sonido de los martillazos infiltrándose junto con la luz.
Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton
Me incorporo hasta sentarme en el futón. Me miro el reloj.
Chiku-taku. Chiku-taku. Llego tarde.
¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!
Me levanto del futón. Me pica y me rasco. Gari-gari. Me pongo la camisa y los pantalones. Gari-gari. Voy hasta el genkan. Gari-gari. Me ato los cordones de las botas. Gari-gari
Maldigo. Maldigo. Maldigo
Me giro para decir adiós.
Pero ella no se mueve, de espaldas a la puerta, de cara a la pared, al papel, a las manchas.
Me maldigo a mí mismo
Cierro la puerta y me alejo corriendo por el pasillo. Bajo las escaleras corriendo y salgo del edificio. Salgo de las sombras y me adentro en la luz. Esta mañana la luz brilla mucho y las sombras son muy oscuras, y entre ambas manchan y destiñen la ciudad hasta dejarla en blanco y negro. Las moles de cemento blanco, las ventanas negras y vacías. Las aceras y las calzadas blancas, los árboles y los postes de telégrafos negros. Las láminas de metal blancas, las montañas de escombros negras. Las hojas blancas, las hierbas negras. Los ojos blancos y la piel blanca de los Perdedores, las estrellas blancas y los uniformes negros de los Vencedores.
Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton. Ton-ton
Hoy no hay colores. No hay colores en esta luna.
         
(David Peace, Tokio año cero, Barcelona, Mondadori, 2013)


No hay comentarios:

Publicar un comentario