domingo, 29 de septiembre de 2013

Aprendizaje

Otro interno le explicó más tarde el procedimiento con el cuchillo.
—Vos le tenés que agarrar así de atrás por su mandígula, chamigo. Levantarle la cabeza y pasarle la cuchilla así por el cogote.
Fue durante una comida. El tipo era un correntino que decía haber estado en Malvinas y degollado cantidad de gurkas de esa forma. Los demás presos no tomaban muy en serio su pasado bélico.
—Callate, paraguayo. ¿Qué vas a ir a la guerra vos?
Alguna experiencia tendría, porque a la mujer y al amante sí los había liquidado de esa forma.
Andrés se sentía intimidado. Llevaba poco tiempo en el penal y no tomaba confianza todavía. Creyó que la charla había quedado ahí cuando una mano le tapó la boca y lo tiró con violencia hacia atrás. El mango de una cuchara le recorrió el cuello de oreja a oreja, dibujando el contorno de su garganta. Los demás presos soltaron una carcajada pero al Oso se le cortó el aliento, y cuando el otro lo soltó se quedó todavía en la misma postura, incapaz de reaccionar.
—Así le tenés que hacer, che Oso. Si hubieran estado más correntinos por las islas, no se la iban a llevar tan fácil esos gringos añá membuí. 

(Emilio di Tata Roitberg, El Oso, Buenos Aires, Edhasa, 2013, pág. 35)


No hay comentarios:

Publicar un comentario