miércoles, 21 de agosto de 2013

Partes privadas

A las dos semanas, un viernes a las cinco y media de la tarde, me quedé en la oficina a esperar el talón por mis comisiones. Jimmi todavía estaba al teléfono, vendiendo. Puesto que era día de pago, había negociado con Dave el Licores que me cogería la noche libre de Alcohólicos Anónimos. Mi plan era cenar con Jimmi en un restaurante mejicano de Santa Mónica ubicado encima del hotel Huntley, en Second Street. Después cogeríamos una habitación hasta medianoche. Yo quería que fuera una cara y con vista al mar. Mi toque de queda en la casa de la sobriedad comenzaba a medianoche.
Después de recoger mi cheque, regresé a la incubadora y vi que Jimmi ya no estaba. Loomis, que trabajaba en la misma hilera de escritorios que ella, era el único que quedaba en la sala. Le pregunté si había visto a Jimmi. Él se rió por lo bajó y me señaló el despacho de nuestro supervisor, Rick McGee. La puerta estaba cerrada. Me costaba respirar. Sentí una punzada en el estómago, una puñalada.
—¿No lo sabías, tío? —dijo desdeñosamente—. Tu amiguita, la sexy señorita Valiente de las muñequitas Barbie, es el proyecto privado de McGee.
Loomis se agarró la entrepierna.
—Privado en el sentido de “partes privadas”.
—¿Desde cuándo?
—Toda esta semana, tío. Después del trabajo. ¿Lo captas?
—¿Estás diciendo que los has visto?
Dante, tío, te estoy dando el precio especial. Mi escritorio da al despacho de McGee. Tú te vas a las cuatro, pero yo me quedo, y la señorita Valiente también. Después del trabajo, ella entra en el despacho del engreído de McGee y se queda allí media hora más, a veces una hora entera. Todos los días. Dime qué es lo que hacen.
—Lo que hagan es asunto suyo —­respondí—. Valiente puede follarse a todo el Hotel Boniventure si le apetece. A mí me da igual.
—¿De veras? —se burló Loomis—. Entonces deberías comunicárselo a tu cara.

(Dan Fante, Mooch, Barcelona, Sajalín editores, 2011, pág 65)


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