miércoles, 10 de julio de 2013

Artistas progres

Marcos cortó el clima invitándolos a sentar. Tomó una botella de cerveza del suelo. ¿Un whisky mejor? Luna negó con la cabeza. El peruano se mandó un trago del pico y Luis Alberto encendió un porro.
—Soy el productor del Gringo —dijo Marcos—. Tengo un par de grupos más.
—Ah, muy bien.
Siguen apareciendo, pensó. Los personajes de ese cuento siniestro que me contaba Río. Los transas, los soldados, los perros. Marcos, el productor.
—Así que médico.
—Cirujano.
—Hace poco tuve que despedir a mi mamá allá en Perú. Murió de un cáncer, eh, ginecológico. La tomó toda después, la vaciaron pero lo descubrieron tarde ya.
—Lo siento.
—No, muy triste eso. Feo el trabajo suyo, doctor. Ver todas esas cosas, ¿no?
—Y… hay que acostumbrarse.
—¿Y le gusta trabajar ahí en su hospital?
—Algunos días menos que otros, digamos.
Entendiendo tarde el comentario irónico, Marcos estalló con una carcajada vulgar. Terminó de reírse en fade.
—Nosotros estamos preocupados, doctor. Por un lado nos está yendo muy bien con el Gringo.
Luis Alberto se retorcía con una sonrisa feliz. Dijo:
—Me invitó Vicentico el de Los Cadillacs a tocar con él en un festival. Y Calamaro, conocí un estudio que tiene. Dijo que me va a llamar, también. Que le copa lo que hago.
Luna desechó el sentimiento de incredulidad. Podía esperar todo de este país y sus putos artistas progresistas y eclécticos. Su impostada conciencia de lo popular. Su empatía millonaria hacia la mugre.

(Martín Doria, Postales de Río, Villa María, Eduvim, 2012, pág 78)


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