martes, 11 de junio de 2013

De lluvias y destinos

Los hombres mojados no temen la lluvia, Juan Madrid

El creador de Toni Romano vuelve con esta historia, ganadora del XIV premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Como admirador confeso de su obra, no tardé en conseguirme un ejemplar.

Conocí entonces a Liberto Ruano, su protagonista y uno de los narradores. Líber es un abogado de mediana edad, que ejerce en Madrid. Tiene como socio a Feiman, un argentino exiliado desde la época de la dictadura. Crisis de por medio, al bufete no le sobran los clientes: Líber está por estos días más flexible a la hora de elegirlos. Para un abogado soltero, liberal y muy mujeriego, esto puede ser un arma de doble filo. Ruano y Feiman lo comprueban cuando, recomendada por una amiga del primero, llega al bufete Jenifer. Ese no es su nombre real sino el que la chica usa para trabajar de prostituta en los hoteles de Madrid. El asunto que la trae tiene relación con un DVD comprometedor, un intento de chantaje, un hombre poderoso. Y amenazas. Serias amenazas. Tan serias que Jenifer no tarda en aparecer asesinada en su departamento. ¿A quién se lo señala como sospechoso? A Liberto Ruano.

También conocí a Aurelio Pescador. Aurelio es calabrés, descendiente de españoles que se asentaron en la península hace un par de siglos. Habla poco Aurelio —en la novela, y en general—, pero supe que es un asesino que trabaja para la mafia calabresa, la ‘ndrangheta. Viene haciendo su trabajo en España desde los años sesenta. Eran otros tiempos, florecientes de negocios sucios. Igual que ahora, sólo que Aurelio ahora está viejo y por retirarse. Apenas hace algunos trabajos de investigador para un bufete de abogados. El de Ruano y Feiman, por supuesto.

En la búsqueda de entender lo que le pasó a Jenifer, Liberto se sumerge en una red en la que aparecen las grandes corporaciones, los bancos y las vinculaciones de estos con la mafia calabresa. Esta es la trama negrocriminal de la novela. Pero no es la única. Porque paralelamente vamos conociendo —gracias también a la voz de Aurelio— aspectos de la vida del propio Liberto. Zonas grises de su historia. Sus tortuosas relaciones con las mujeres. Su afición por las prostitutas. Una madre que muere joven y que visita sus sueños. Una nodriza que lo cría y lo enamora. La casona familiar intacta y solitaria, reliquias de significado borroso. En suma, un destino que Liberto va descubriendo y del que no podrá liberarse (releo esta frase y pienso en la importancia de elegir un nombre para un personaje).

Como en varias de sus novelas, en Los hombres mojados… vuelve a aparecer el alter ego del autor, el escritor Juan Delforo. Los brillantes diálogos entre Liberto y Delforo —antiguo cliente del abogado— recorren la actual crisis, la política, la ideología y la literatura. No sólo la de Nabokov, Hemingway, Flaubert o Borges, sino también la del propio Madrid, en un guiño cálido para los que admiramos y conocemos su obra. Pero aquí además aparece el dueño de una pensión de Salobreña, “El Jardín de las Letras”, que se llama Juan y es escritor. Cualquier parecido con la realidad…   

Debo decir que como lector suyo que soy tengo una sospecha: mucho, muchísimo más allá de una trama negra de corrupción, más allá del drama familiar de Liberto Ruano, esta es una novela de Juan Madrid y sobre Juan Madrid. Voy a tratar de explicarlo así: casi siempre me pasa con las novelas del malagueño —bastante más en esta ocasión— que no puedo evitar identificar a sus personajes con el propio Madrid. Por supuesto, no lo conozco personalmente al escritor. Aunque no creo que ninguno hable como él —y allí reside el gran mérito—, imagino que Juan Madrid tiene algo de Toni Romano, algo de Liberto Ruano, mucho de Juan Delforo. Que los escenarios que sus personajes transitan y aman son los mismos que él ama transitar, una Madrid actual que duele, una que ya no está y se añora. En suma, no me extrañaría que Juan Madrid fuera un gran amigo de sus propios personajes, que tuviera con ellos coincidencias filosóficas, ideológicas, gastronómicas, etílicas. En fin, un comentario personal de escaso interés desde lo crítico, pero que quise escribir porque creo que dice algo acerca de este gran autor y sus historias. Y porque encontré que no soy el único que sintió esto al leer Los hombres mojados no temen la lluvia: el escritor Jesús Lens, que parece que lo conoce bastante a Madrid, lo dice mucho mejor que yo en este comentario publicado en su blog.


Con los mismos diálogos perfectos de siempre, de estilo seco y máxima eficacia, con sus personajes nuevos y conocidos, con su intransigente visión del calamitoso estado de situación, Los hombres mojados no temen la lluvia es un Juan Madrid en estado de máxima pureza. Altamente recomendable.

5/13

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