lunes, 20 de agosto de 2012

Un largo camino, muchacho


Narcolepsia, Jordi Ledesma Álvarez


Narcolepsia fue finalista del Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra 2012. Es el premio que se da a la primera novela negra editada. Competía allí con alguna otra que yo ya había leído. La curiosidadad por ver si coincidía o no con el jurado, más la recomendación enfática de libreros y autores cuya opinión valoro mucho me hicieron emprender su lectura.

Me encontré con una novela que asombra por alguna de sus características.

Es difícil encasillar a Narcolepsia como una novela negra o policial. Más bien parece la biografía de su protagonista, Julio Perla Díaz. El Perla. Julio es un muchacho al que los noventa encuentran comenzando su adolescencia. Vive con su madre y su abuela en la barriada de La Barceloneta. Le gusta jugar al fútbol. En algún momento se contacta con el clan gitano de los Heredia, quienes lo inician en la venta minorista de hachís y pastillas en las calles y las discos. Sin saberlo, Julio está dando el paso que lo llevará a una vida de aventuras, dinero, lujos y crímenes. Una vida loca en la que irá —con su narcolepsia a cuestas— a conocer el lado peligroso del mundo.

Narcolepsia es la primera novela del autor, y esta condición de debut la hace sorprendente por algunos aspectos, a la vez que invita a perdonarle las aristas que podrán haberse pulido.

La novela es un viaje alucinante por los lugares y situaciones más dispares. Y todos, absolutamente todos, son de una verosimilitud y una contundencia narrativa que provocarían envidia en muchos autores consagrados. Julio, en su periplo criminal, atraviesa medio mundo. Literalmente medio mundo: desde la Barcelona en olímpica transformación, allá a comienzos de los noventa, a la Ibiza química. Desde las costumbres gitanas en una hacienda de Jódar, Andalucía, a los blandos atardeceres en la isla de Jamaica. De Sinaloa a Tánger y de allí a Medellín y San Pablo. Entre narcos mexicanos, sicarios colombianos —memorable el personaje de John Claudio—, gitanos y franceses traficantes de armas. Todo lo cual revela que el trabajo de investigación y documentación ha sido arduo y profundo, y el resultado, admirable.

Si bien la historia intercala presente y pasado, su estructura es bastante lineal. No se puede decir que utilice el recurso del flashback: más bien arranca en la actualidad para mostrar la narcolepsia del protagonista —enfermedad que no tiene para nada una relevancia en la historia como la que cabría esperar por ser el título de la novela—, y luego desarrolla linealmente la trama en un relato biográfico desde la adolescencia de Julio hasta los días del presente. Con una llamativa y casi total ausencia de diálogos, en muchas ocasiones el autor cae en la tentación de explicar más que de mostrar. Los personajes hablan poco y piensan demasiado, lo que por momentos hace ardua la lectura.

Sin embargo, uno continúa avanzando impulsado por el estilo personalísimo, exuberante y desbordado de Ledesma. Como esos automovilistas osados que van siempre al límite y de vez en cuando tocan el ripio, así es su escritura. Tan potente como a veces imperfecta: adjetivos y adverbios innecesarios, problemitas de puntuación —el tipo de cosas que caen tanto del lado del autor como del editor— que hubieran requerido un pulido más cuidado.

Aunque me falta leer algunos, no tengo dudas de que Narcolepsia mereció estar entre esos finalistas mencionados al principio. Como carta de presentación en el género de Jordi Ledesma Álvarez —quien antes sólo había autopublicado un poemario—, es mucho más que satisfactoria: amerita que uno ponga al autor en la mira, atento a sus próximas publicaciones.

7/12

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