domingo, 25 de marzo de 2012

Vulnerables

Dime algo sucio, Diego Ameixeiras


Diego Ameixeiras (ni siquiera en Argentina hace falta aclarar que se dice aproximadamente Ameisheiras, ¿verdad?) es gallego, y escribe en su lengua. Una lengua que a mí —por ascendencia, por afectos— me resulta bastante próxima. Este podría haber sido un punto de afinidad para acercarme a leer una obra suya. Si lo fue, fue el menos importante: mucho más pesaron las críticas favorables, la recomendación entusiasta de algún amigo con el que sigo encontrando coincidencias, la publicación de uno de sus relatos en la colección Bichos, de Sigueleyendo. En fin, lo cierto es que me conseguí un ejemplar —traducido, obvio, que una cosa es entender a tu abuela y otra leerse un libro— de su novela Dime algo sucio.

Ambientada en una ciudad gallega de nombre ficticio (Oregón), esta novela no tiene una única trama definida. Tampoco la necesita, pues el plan de Ameixeiras no es ni por asomo el de relatar una historia sencilla y plana. Lo suyo se parece más a sacar una foto. Amplia y profunda a la vez. Una foto extraña que sea de plano abierto y cerrado, juntos. Una foto que le sirva a Amexieras para lo que en realidad quiere hacer: capturar en el papel el espíritu de un tiempo rabioso y sin alma. Porque, si bien podría parecer a priori que el abuso de menores es el tema de la novela —de hecho, está tratado con una maestría y una brutalidad que ponen la piel de gallina—, sostengo que esta es una novela sobre la soledad y el aislamiento. Ese caldo de cultivo en el que este sistema hace madurar a las que serán sus víctimas. Parejas cuyo motor es el odio, sociedades que persiguen y condenan y expulsan al que viene de afuera, pibes abandonados a su suerte, ya sea en las calles como frente a una pantalla de computadora: todo el mundo en Oregón está solo. Todo el mundo en Oregón es vulnerable.

En una estructura de brevísimos capítulos —máximo 3 carillas—, instantáneas fugaces que van contribuyendo a la foto general, Ameixeiras pone a moverse a sus personajes. La elección de los mismos, como corresponde en toda buena novela, no es azarosa. No voy a hacer un detalle de cada uno. Sólo diré que hay adolescentes que juegan juegos demasiado peligrosos; hay adultos desesperados y desequilibrados, y hay poderosos que los pisotean y los matan para satisfacer sus inclinaciones más bajas. Son exactamente los que el autor necesita para darnos este retrato perfecto de una fauna urbana en permanente declive, en un lento pero continuo deslizarse hacia el desastre.

Dime algo sucio tiene partes en las que uno se pregunta ¿cómo se soporta esto?, ¿cómo se sigue? A diferencia de otros autores, que se valen de chispazos de humor para aflojar la tensión, para darle un respiro al lector, Ameixeiras ni eso. Es cierto que nada más alejado que el humor de la oscuridad del paisaje de este Oregón. Pero arriesgaría que lo de Ameixeiras es adrede, ir hasta el fondo presionando al lector: uno quiere más, pero a la vez, repito, se hace difícil continuar. Su estilo sabe ser duro y cortante cuando así lo requiere el texto, con diálogos realistas. Pero a la vez es capaz de pasajes de alto vuelo, para pintarnos los momentos más desolados, la desesperación pura de estos pobres diablos.

Dado que la narración no es del todo lineal, sabemos de entrada cómo van a terminar algunas cosas. Sin embargo, si no existiera ese capítulo del comienzo tampoco importaría. Es tal el olor de lo ominoso, de lo terrible que desprende este libro que ya sabemos que en Oregón nada va a terminar bien.

Nada.

Casi casi como en algunas vidas.

Traducción: Carmen Pereiro
2/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario