martes, 22 de noviembre de 2011

Lo que dejó la tormenta

El huracán, James Lee Burke

Como me prometí luego de terminar la excelente Cielo rojo sobre Montana, comentada en este blog, busqué más novelas de Burke que se hubieran publicado en español. No tuve éxito hasta que RBA vino en mi ayuda y publicó (o mejor dicho, al fin mandó a Buenos Aires) El huracán, novela sobre la que había oído sólo elogios.

Todas las expectativas, tanto las creadas por mi propia lectura previa como por los comentarios leídos, fueron superadas. El huracán es una novela enorme, de esas que uno le marca mil pasajes, y ya la guarda en el estante de las “relecturas futuras”.

El narrador es el detective Dave Robicheaux, que trabaja en la policía del condado de Nueva Iberia. Es un ex alcohólico, un hombre de fe que está casado con Molly, ex monja. Ambos tienen una hija adoptiva, Alafair.

En medio de un panorama estremecedor, en el que quienes no pudieron abandonar sus casas viven ahora en los techos, o son cadáveres flotando aguas abajo, Dave debe encontrar al sacerdote Jude LeBlanc. Enseguida, y al igual que toda la fuerza policial, se ve arrasado por el caos: los saqueadores viajan en bote, los vecinos armados defienden sus propiedades a los tiros, los centros de refugiados están que explotan.

La novela recorre varias tramas que van envolviendo a Robicheaux. Por un lado, Dave quiere encontrar al padre Jude LeBlanc, desaparecido durante la inundación de su iglesia, junto a varios fieles. Paralelamente, una pandilla de ladrones asalta una mansión de las afueras. Son baleados desde una casa vecina: uno muere, otro va al hospital. Por cierto, se llevan un botín extraordinario. Demasiado grande como para ser los ahorros de un honesto ciudadano. Conclusión: son perseguidos por la policía —Robicheaux—, por el agente de la condicional que los buscaba desde antes —Clete Purcel, amigo íntimo de Dave—, por los sicarios del dueño de casa —el hampón Sidney Kovick—, y por el enigmático psycho de Ronald Bledsoe, el malísimo villano que es casi una perfecta encarnación demoníaca, según la visión de Robicheaux, quien debe enfrentarlo también.

El autor elige el escenario dominado por la furia del Katrina para poner a sus personajes a funcionar en varias tramas policíacas, pero para contarnos, en el fondo, un verdadero drama, profundamente conmovedor. Sin ser una narración de tipo “cine catástrofe”, ni un panfleto en contra de la inacción y la desidia de los gobernantes —si bien Robicheaux se explaya a veces con sus reflexiones acerca de la sociedad norteamericana—, el autor se vale de la catástrofe natural que fue Katrina (y el posterior Rita) para pintarnos a una sociedad entera mostrando sus miserias y virtudes.

Me permito señalar varias coincidencias con la otra obra que leí del autor. Acá también los protagonistas son un narrador y su amigo. En ambas hay un villano ultra jodido y muy bien logrado. Hay interés en tópicos relacionados con el medio ambiente. Y hay profundas reflexiones sobre las relaciones personales, la amistad y la familia, el insondable misterio que en el alma humana trastoca el barro en oro. El dolor, al amor, la pobreza material y de espíritu, la violencia y la búsqueda de redención. La fe.

La exquisita manera que tiene Burke de describir los paisajes y los hombres, esa forma no tan velada de poesía que tiene su escritura, más su tremenda eficacia en la construcción de diálogos hacen que las más de 400 páginas que tiene El huracán se transiten con absoluto disfrute. Otra novela excelente de un autor que cada vez me gusta más. A ver si traducen otras obras suyas (sólo la serie de Robicheaux lleva ya alrededor de 20 novelas).

Traducción: Claudio Molinari

11/11

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